En la sede de la calle Isidorita 177, en Providencia, Marco Enríquez-Ominami (ME-O) está produciendo su gran obra: él. Hasta que no empiece su conferencia de prensa no es un candidato, sino un director de cine dándoles instrucciones a los camarógrafos de los distintos canales. Está como pez en el agua hablando de encuadres y verificando si funciona el sonido. También escudriña en la intimidad de las programaciones televisivas e interroga a los periodistas sobre si su punto de prensa será emitido en directo en algún matinal o solo irá en los informativos.
La cabeza del candidato del PRO funciona audiovisualmente, es su otra profesión aparte de la de político. No quiere cortes durante su comparecencia, así que les promete a los camarógrafos que si quieren “inserts” (tomas hechas desde otros ángulos para no aburrir al espectador), está dispuesto a quedarse al final para posar ante las cámaras. En fin, ME-O es el rey del “plano secuencia” (una escena larga y sin cortes) en la política chilena.
Han pasado más de 12 horas desde que Fernando Paulsen lo llamó coloquialmente “huevón” en un programa de televisión y ME-O sigue aprovechando la circunstancia para hacerse la víctima medio en broma, medio en serio con la complicidad de los medios de comunicación y las redes sociales. “A todos los chilenos los insultan cada día, estoy dispuesto a dejarme insultar mil veces si con eso consigo mejorar las cosas en este país”, dice, embutido en un traje gris que ha sido cortado para hacer más digerible cualquier radicalismo.
Al margen de su autopromoción, muy lógica en un candidato presidencial, ME-O está aquí para tender una emboscada, una gran trampa para osos. Ha presentado un decálogo que quiere que sea la base de un programa común de la izquierda. “Un decálogo para la prosperidad de Chile”, afirma. En realidad es un bálsamo de Fierabrás, que hará que suban los sueldos y las pensiones mágicamente, gracias a los nuevos impuestos a los ultrarricos (Beatriz Sánchez se quedó en los “superricos”) y los nuevos royalties mineros.
La trampa no es el decálogo, sino la medida número 11. Primero, Marco descubre el cebo: “No hemos puesto la descentralización de Chile, porque queremos invitar a Alejandro Guillier a que sume ese punto al programa, a que lo complete”. Y para forjar ese diálogo de cara a la unidad de la izquierda en la segunda vuelta presidencial, ME-O “invita” a Michelle Bachelet “a que nos convoque a una reunión”, a que arree a Guillier, a Goic, a un té con él y Beatriz Sánchez para ponerlos a todos contra Piñera. “La líder de la Nueva Mayoría no es Guillier, es Bachelet”, explica Marco. “Ella tiene tres cargos: jefa de Estado, jefa de gobierno y jefa de la coalición”.
¿Qué quiere conseguir ME-O pidiéndole a la Presidenta que se retrate e intervenga en la campaña electoral como hacían los políticos chilenos de los decenios del siglo XIX?
Las normas básicas de la política indican que un líder siempre debe confortar a los suyos e inquietar al adversario. Pero no cuando lo que está en juego es la primera vuelta electoral. Como dice Camilo Lagos, presidente del PRO, “la verdadera primaria es la primera vuelta”. Y ME-O está convencido de que una vez más, como ocurrió en 2009 y en 2013, las encuestas se equivocarán. Lo sabe porque cuando va por la calle, la gente se lo dice. “En 2009, marcábamos cero en las encuestas y tuvimos el 20 por ciento”, recuerda. Ocho años después, su candidatura ofrece signos de envejecimiento, él mismo ya no es un jovencito idealista y la experiencia, como los kilos, resultan difíciles de disimular. Pero ME-O sigue dando espectáculo. The show must go on. (El espectáculo debe continuar).
Fuente: El Mercurio