Por: Rodrigo Pinto T
A escasos días de la elección presidencial y luego de escuchar a los candidatos a la presidencia de la República en los debates organizados por Archi y Anatel, queda claro que lo que tendremos frente a la papeleta este próximo domingo 17 son dos visiones diferentes de país. Teniendo considerado que los últimos días son los que la mayor cantidad de personas deciden a su candidato, esta columna pretende ser un insumo para discernir a la luz de hechos, la mejor opción para el futuro de Chile.
Para lo establecido en el título no pretendo aplicar argumentos en base a las capacidades personales de cada uno de los candidatos, puesto que Piñera entrega una visión desde el empresariado y Guillier desde las humanidades. Más bien, abstrayéndose del individuo y centrándome en su proyecto país, las razones esgrimidas para el titular serán bajo el paraguas de lo que representan.
El filósofo estadounidense y creador de la Teoría de la Justicia, John Rawls, señala que la justicia es la primera virtud de toda institución social. En este sentido, si enmarcamos al Estado como la gran institucionalidad social que puede garantizar el bienestar de una nación a través de la consolidación de derechos, de la elaboración de políticas públicas que permitan la movilidad social, de asegurar el pleno desarrollo de las capacidades de nuestros compatriotas independiente del dónde hayan nacido o la forma en que piensan, la justicia postulada por Rawls no sería posible bajo un segundo mandato de Sebastián Piñera.
¿Los motivos? Centrándonos en hechos, porque no olvidemos que el candidato de Chile Vamos viene por su revancha, durante el primer gobierno de Sebastián Piñera Chile vivió, en términos de Rawls, uno de los mayores momentos de desobediencia civil, donde fueron protagonistas el movimiento estudiantil exigiendo el fin al lucro en la educación, el movimiento ambientalista a raíz de HidroAysén, los paros y las huelgas de funcionarios públicos y de los principales sectores productivos del país, sumado además, al alzamiento de las regiones.
Mientras esto ocurría, el gobierno de Sebastián Piñera generó retrocesos en materia de justicia social. Una corrupta ley de pesca, la eliminación artificial y arbitraria de personas que esperaban una atención en las llamadas listas de espera del AUGE y la creación de empleos precarios son parte de los hechos.
Lo cierto es que el mundo mira a Chile con atención y debemos sentirnos responsables de nuestro futuro. En noviembre pasado la BBC destacó que después del segundo gobierno de Michelle Bachelet, Chile fue sacudido con reformas transformadoras que hicieron que el país cambiara para siempre, por lo tanto, la decisión que tomen las y los chilenos este próximo domingo requiere de una máxima consciencia de la realidad histórica que atraviesa el país.
Por esto, las fuerzas de izquierda, de centro izquierda, progresistas e independientes deben tomar las banderas del momento histórico y llevarlas hacia la dirección correcta. Preferir la nulidad del voto en segunda vuelta es regalarle un segundo gobierno a la derecha, que podría significar un estallido social, un retroceso y una nueva ola de conservadurismo que sacudiría al país por la próxima década.
Piñera ya demostró gobernando que en la práctica para él y su entorno las instituciones sociales no buscan la justicia, sino más bien son instrumentos para garantizar y acrecentar el patrimonio de los grandes grupos económicos del país. Por lo que si habíamos generado un tímido primer paso como país en este gobierno, ¡despierta! es hoy cuando se debe defender lo avanzado.
Sólo la unidad de los movimientos sociales, de las clases medias, de quienes estuvieron marchando en las calles exigiendo avances, y de hombres y mujeres que luchan diariamente por hacer de Chile una sociedad más justa, será la que derrote en las urnas al proyecto retroexcavador que encarna el candidato Piñera.