[El Mostrador] Gonzalo Valenzuela: Los desafíos del progresismo

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El fin de semana pasado se conocieron los resultados que dieron como ganador a Sebastián Piñera, presidente electo de la República de Chile.

Entre los análisis llama la atención que la región con mayor pobreza y extrema pobreza en nuestro país, haya ganado Piñera superando el promedio nacional con un 62% frente a un 37% de Guillier. Allí donde la salud y educación privada no abren las puertas a quienes más lo necesitan volviéndose una poesía difusa entre la claridad.

La ciudadanía se expresó y si bien la participación nacional fue de un 48% (aumentó un 2% sobre la primera vuelta), un poco más de la mitad de los chilenos con derecho a votar no lo hicieron.

Aún con las diferencias políticas que los progresistas podamos tener con el sector que representa el presidente electo, nadie que quiera fortalecer nuestra democracia y su participación podría desconocer los resultados de esta elección, menos no asumir que es el presidente de todos los chilenos, por lo mismo duele concebir tanta ignorancia en miles de personas que salieron a gritar “Chile se Salvó” para muchos que sin saber hicieron campaña homologando a nuestro país con la situación que vive la hermana Venezuela. Meses antes de la elección presidencial ya la CEPAL proyectaba un aumento en las exportaciones e importaciones para nuestro país sobre el 10%, donde se espera cerrar el 2017 con un superávit comercial sobre los 4.000 millones de dólares. Allí podríamos estar todos de acuerdo que las campañas del “terror” e ignorancia son de una absoluta irresponsabilidad sea del lado que sea.

De aquí en adelante será fundamental la construcción de una izquierda unida en base a ideas programáticas y trabajo social, allí Marco Enríquez-Ominami tiene una prospección importante para unir puentes con el progresismo nuevo de otros partidos y movimientos políticos desde el frente amplio hasta la democracia cristiana.

Desde la vereda del progresismo existe un gran desafío en la vinculación social y política con la comunidad y que debe ser predominante frente al próximo gobierno conservador, y es que en este punto, no nos podemos olvidar que en nuestra historia de Chile actores como José Antonio Kast se opusieron a campañas de salud tan importantes como la denominada “Condoncito” en el primer periodo de la presidenta Bachelet que buscaba prevenir infecciones de VIH, gonorrea, entre otras, por el solo hecho de molestarle a los más conversadores que se repartieran preservativos en las playas chilenas hacia el raciocinio Opus Dei.

Como progresistas, necesitamos crecer, convocar y potenciar el trabajo social.

A no bajar los brazos y que la acción social progresista demuestre que somos un partido fuerte y no sólo vinculante a campañas eleccionarias. La necesidad del trabajo territorial, de armar base y estructura política en nuestras comunas, provincias y distintas regiones del país se vuelve menester a la hora de pensar en una nueva planificación y conducción. El PRO en sus distintas aristas siempre ha sido emoción, fraternidad y esfuerzo puro. Que ese ejemplo lleno de errores y aciertos en el pasado, nos vuelva fuertes para enfrentar el futuro, somos un partido nuevo y más nuevo aún, que debe tener las metas claras en la frontera de posibilidades.

Fuente: El Mostrador

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