La historia de un pueblo que renacerá después de llorar a su último muerto

La historia de un pueblo que renacerá después de llorar a su último muerto

Por Marcia Millaqueo,

Vicepresidenta de Género de la Región Metropolitana

Este es un fragmento de la historia, la historia de un pueblo jamás vencido del todo y que -como lo ha hecho desde siempre- renacerá como el Ave Fénix, después de llorar a su último muerto. Es también la historia del siglo XX, siglo de engaños, de atropellos, de heridas que aunque pase el tiempo seguirán doliendo y sangrando. Marichiweu.

La historia hay que reescribirla. La Presidenta Bachelet en julio de 2017 señaló “es hora de terminar con el conflicto que ha durado casi quinientos años”. Esta es una falsa creencia generalizada entre los chilenos y sus representantes políticos. Que el conflicto que desangra las regiones del sur tiene quinientos años. Que partió con Cristóbal Colón y que todo, por supuesto, es culpa de los españoles. No de los chilenos. Mucho menos de los argentinos.

Pero el conflicto interétnico actual nada tiene que ver con Cristóbal Colón o Pedro de Valdivia, como parecen suponer tantos compatriotas. Tras un fiero contacto inicial con la Corona y una guerra abierta que se prolongó por medio siglo, la diplomacia de las armas y el comercio fueron posteriormente la norma. Ello durante casi trescientos años.

La llamada Guerra de Arauco relatada por Alonso de Ercilla en La Araucana, aquella de los guerreros invencibles y del cementerio español en América, disminuyó notablemente en intensidad a partir de 1641. Aquel año se firmaron las paces en el Parlamento de Quillín y se reconoció al río Biobío como frontera entre los Mapuche libres y la Corona.

Este parlamento tuvo lugar junto al Río Quillén, actual provincia de Cautín. Como protagonistas tuvo al Gobernador de Chile, Francisco López de Zúñiga; el marqués de Baides, y los caciques Futapichun, Lienkura, Antuwenu, Chilcahuala y Lincopichun -representantes de otros setenta jefes Mapuche asistentes-.

López de Zúñiga acudió acompañado de un ejército de 1.376 españoles. Por el lado mapuche asistieron a lo menos tres mil guerreros. Relatos posteriores del padre jesuita Alonso de Ovalle, quien asistió al parlamento ya que hablaba perfecto mapuzugun, dan luces de lo que allí aconteció.

Principalmente tres cosas: 1. Que aquéllos debían componer un pueblo libre y no ser precisados a servir al español alguno. 2. Que aquéllos debían ser considerados como aliados de España. 3. Y que el río Biobío fuese el límite de ambas naciones, donde ninguno de ellos debía pasar armado. El marqués aceptó y agregó que esperaban que los indígenas cumplieran con su parte del trato.

A juicio del profesor José Manuel Zavala, los parlamentos de este tipo son tratados en el lenguaje del derecho internacional, como “contraídos por entidades autónomas que poseen potestad y representatividad para su ejecución”.

El Parlamento de Quillín es citado a menudo como el más importante en la historia del Pueblo Mapuche. Razones sobran, estableció una vida fronteriza que contuvo los conflictos y garantizó por décadas la paz en la frontera. También inauguró una inédita institución diplomática colonial, estudiada incluso en el seno de la ONU.

La historia hay que reescribirla.

Marichiweu.

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