El proceso constituyente ya comenzó en Chile, y con ello la nueva constitución ya se está escribiendo. Por más que el debate constituyente se dé a raíz del estallido social del pasado 18 de octubre, la sociedad ya gritaba en diferentes expresiones las desigualdades y atropellos del sistema neoliberal chileno.

En ello la mujer en Chile fue pionera, manifestando inequidades e injusticias propias de un Estado patriarcal atravesado por el mercado financiero, convertido en un país donde la brecha de género es el doble del promedio en países con desarrollo similar según estudios del PNUD.

Las conquistas de derechos para las mujeres en nuestro país han venido acompañado de la irrupción y empoderamiento de las nuevas generaciones, que dieron un impulso a las ideas feministas que calaron hondo en la sociedad. Muestra de aquello fue el marzo feminista de 2018, que pudo a través de la demanda en la calle, girar la agenda del gobierno hacia proyectos que avanzaran en equidad de género. Sin embargo, los tiempos y el agotamiento del sistema generan condiciones para ir más allá.

Eso es el proceso constituyente que comienza a vivir Chile, un momento de encuentro y profunda reflexión, y a la vez, una oportunidad para corregir las desigualdades en todo ámbito. Lamentablemente, las fuerzas políticas que suscribieron el acuerdo por la paz de una nueva constitución, dejaron fuera elementos imperantes a considerar en una discusión sobre un nuevo pacto social, entre ellos, un criterio que asegure la igualdad de género en el organismo constituyente.

Ante eso, desde el Frente de Mujeres Progresistas Tati Allende exigimos que el 50% de la Convención sea formado por mujeres, y que haya paridad en roles dentro de la asamblea.

Llamamos a las fuerzas políticas y sociales, a la unidad en torno a la igualdad entre hombres y mujeres, y a trabajar por un proceso constituyente representativo, participativo y feminista.