Lorena Figueroa Campusano vive en La Serena, tiene 39 años y 3 hijos. De profesión Técnico en Atención de Párvulos con mención en Educación Diferencial, se autodefine como feminista en formación.
Hoy está dedicada al trabajo con personas con discapacidad y también al reciclaje, a través de Fundación La Tribu Somos, de la cual es fundadora y presidenta. Al mismo tiempo, se desempeña como Consejera Federal del Partido Progresista de Chile en la Región de Coquimbo.
Profesional de nivel medio de la educación pública, titulada a los 19 años, hoy recuerda que ese es el camino que siempre quiso seguir, pero que -como dice una canción de Illapu-: “en el mercado libre soy vacante, y sepan que no fui mal estudiante, pero más fuerte fue la economía, la urgencia de tener para comida”.
Y es que como muchos chilenos y chilenas, pudo estudiar en un instituto profesional hasta segundo año de la carrera. “Luego, la enfermedad tocó las puertas de mi familia cuando el papá de mis hijos fue diagnosticado con cáncer y había que hacerse cargo con lo que teníamos y con lo que pudimos endeudarnos, vender auto y casa”, relata.
El amor profundo por sus hijos la mantuvo fuerte. “Amo ser mamá y me dediqué a la crianza en los primeros años de mis hijos. A los tres los amamanté 40 meses de mi vida”, cuenta.
Gracias a su formación académica en el liceo, donde agradece haber tenido muy buenas mujeres profesoras, y a la experiencia de trabajar en salas cunas, pudo notar que el desarrollo de sus hijos no era acorde a lo esperado. Fue entonces cuando la vida la volvió a sorprender. “Después de casi 7 años tuvimos un diagnóstico: autismo”, comenta.
“En Chile, el desarrollo de una niña o un niño con autismo está determinado según las posibilidades económicas de las familias. El costo total mensual de las terapias de apoyo profesional supera el sueldo mínimo chileno”, relata Lorena acerca de otra compleja realidad que deben enfrentar miles de familias chilenas “Por eso mi lucha por el Apruebo es por una Constitución que garantice los derechos sociales”, dice.
¿Por qué decidió militar en el PRO?
Me sumé al partido en el año 2014, después de las elecciones presidenciales que se realizaron en noviembre de 2013. Fue la primera vez que voté y lo hice por Marco Enríquez-Ominami. Antes, no tenía ningún interés en la política. Mi vida era trabajar, trabajar y trabajar mucho para pagar deudas, hasta que me dediqué a mirar la franja presidencial de todos los candidatos.
Mi hijo menor tenía 1 año y habíamos pasado todo ese año en terapias pues nació prematuro y eso generó secuelas. Mis hijos mayores asistían 3 veces por semana a otras terapias y siendo usuaria de Fonasa, no había, y sigue no habiendo, respuestas oportunas en la red asistencial de salud.
Las propuestas progresistas me parecieron de un gran sentido común, conectadas con la realidad y las necesidades de muchos chilenos.
¿Cómo ha sido su experiencia en la militancia?
Creo que la militancia es importante, para sumar fuerzas y trabajar por objetivos comunes. Eso requiere organización y distribución eficiente de tareas a nivel nacional, regional y comunal.
Aunque hemos avanzado bastante como sociedad en temas como la participación política femenina, creo que al interior de las coaliciones hay trabajo pendiente todavía, y en ese sentido, estoy convencida de que como partido, podemos hacer mejor las cosas, siempre se puede cuando la voluntad existe. Siento que los partidos políticos -en general- todavía no logran sacudirse por completo el machismo, y en el PRO debemos trabajar por abrir un espacio realmente democrático y paritario, es responsabilidad de todos y de todas permitir la real participación de las mujeres en política. Tenemos ahí una tremenda oportunidad de diferenciarnos de verdad de los otros partidos de derecha y de izquierda.
¿Qué diferencia al PRO de otros partidos de izquierda?
Principalmente el programa y que está realmente conectado con los ciudadanos.
Las personas que militamos en el PRO tenemos la convicción real de que es posible hacer las grandes transformaciones que Chile necesita sin que el objetivo detrás de ese trabajo sea asegurar beneficios personales.
Es fuerte decirlo, pero es una realidad a vista de todos y de todas que muchos de los partidos de izquierda han secuestrado los espacios ciudadanos, en las gobernaciones regionales, en los municipios, etc., para beneficio de ellos y de sus cercanos, asegurando puestos de trabajo por ejemplo, sin considerar las competencias y la vocación de servicio público que se requieren para algunos cargos. Por eso muchos de los beneficios que debería recibir la gente que realmente más lo necesita, no llegan a las manos correctas, porque esas personas bendicen con sus varitas mágicas de poder a los suyos, a sus cercanos.
Ese descaro se ha visto en partidos de izquierda y de derecha. El mal uso de recursos públicos que hay disponibles hace que los derechos sociales se deban seguir financiando con chauchas, con el vuelto del supermercado, con la caridad de las empresas y personas, y que quienes tienen alguna condición médica de difícil mantención, como el cáncer y otras enfermedades caras de mantener, o cualquier tipo de discapacidad, deban recurrir a bingos para poder sobrellevarlo.