¡Devolvamos a Chile el Centro Político!
Chile perdió el centro político y debemos devolvérselo. Ese centro es la dignidad. Hoy, nuestra libertad, nuestra democracia, nuestras instituciones, nuestro trabajo y nuestro tiempo libre giran en torno al mercado. La derecha ideologizada sigue defendiendo ese sol como si fuera el centro del universo, y lo ha hecho bien, qué duda cabe. Las AFP claro que funcionan para mantener viva la ilusión del mercado, pero poco han servido para el bienestar de nuestros jubilados. Si hasta el sistema público de salud, que es el que ha sostenido el exitoso proceso de vacunación, Piñera quiere desmantelarlo y privatizarlo. La ideología los tiene ciegos. Debemos ser responsables y dar un giro copernicano a Chile.
Para eso proponemos re-centralizar lo político hacia la dignidad. Que sea en torno a las personas y su bienestar que gire la libertad, la democracia, y el trabajo. Que sea en función de los enfermos que los hospitales y los y las médicos curen, no en el afán de vender más caros los remedios. Que sea por el bien de los niños y niñas que las escuelas abran, y no solo porque hay que dejar en algún lado a esos molestosos para que sus padres y madres puedan trabajar. Que sea en función de los empresarios y los trabajadores que las empresas funcionen e intercambien en el mercado. Necesitamos que la riqueza vuelva a crecer en Chile, pero que, junto a la torta, crezcan también los platos en los que se va a repartir. De pelar bien el chancho, de eso se trata construir una economía con dignidad. No de hacer explotar el mercado
Octubre de 2019 fue el mes en que nuestra sociedad hizo estallar su indignación, y es urgente que llenemos ese vacío. La derecha no puede hacerlo. No cree en la dignidad ni en sus políticas. Nosotros sí y para eso propongo dos cuestiones:
Primero, adelantar las elecciones y elegir un gobierno de transición constituyente.
La nueva república no puede ser pensada, siendo arbitrada por un presidente que está en contra de ella. Piñera fue derrotado por una aplastante mayoría que le dijo a él y a los senadores y diputados que la nueva Constitución era sin él, sin ellos y sin ellas. Se elije en las próximas semanas una Convención Constitucional, que deberá redactar una nueva Constitución, refundar nuestras instituciones, pero además de un Presidente en Contra, en noviembre, deberá sortear la elección de un senado, una cámara de diputados, de consejos regionales y de un nuevo presidente o presidenta, que funcionará en paralelo a la Convención.
Tres órganos legislativos funcionando al mismo tiempo, unos desde el Chile que queremos dejar atrás, otros, para el nuevo Chile que todos queremos empujar. ¿Y si la Nueva Constitución decide que Chile tenga representación unicameral? ¿Y si la Convención acuerda establecer un régimen semi-presidencial? ¿Y si la convención decide alargar o acortar periodos presidenciales? Si queremos volver a vivir en paz, reactivar la economía, que las empresas vuelvan a funcionar, y los trabajadores a encontrar trabajo, es necesario que la gente encuentre en nosotros, los y las animales políticos, la audacia del cambio, y no lastres burocráticos. No podemos someter a los chilenos y chilenas y a nuestra economía, a la angustia de tener un o una presidente que jurará bajo las antiguas reglas, pero que, para poder gobernar, deberá esperar, prácticamente la mitad de su período, por unas nuevas.
Mi propuesta es práctica: Construir urgentemente un acuerdo para adelantar las elecciones presidenciales después de aprobada la convención constitucional y elegir a un hombre o a una mujer para que represente, cuide y acompañe, desde ya, el proceso de transición constituyente, refundacional, hacia el nuevo Chile, para que pueda tomar decisiones de orden administrativo, desarrolle una ley de emergencia social, y para que, en esta lógica transicional, llame a nuevas elecciones una vez concluido todo el proceso. El próximo presidente o presidenta deberá será un buen árbitro, pero no un liderazgo en acción.
Segundo, que reconstruyamos el centro político en la dignidad -no más en la indignación-. Y que para hacerlo comencemos dejando de hablar de unidad y unirnos. Desdibujadas, para bien o para mal, las izquierdas y las derechas, propongo que nos reconozcamos desde nuestras distintas posiciones en ese centro político de la decencia, en el que estamos todos de acuerdo, y que nos juntemos. Que veamos los puentes y no las grietas. Hoy hay un acuerdo en todas las fuerzas progresistas en sacar la lógica neoliberal, al menos, de la educación, de la salud y de las pensiones. Si no nos juntamos ahora, los políticos y políticas de toda la oposición, no lograremos las mayorías electorales que necesitamos, y sin esas mayorías, todos nuestros sueños de una nueva república digna y decente se convertirán, de nuevo, en indignación, no en paciencia.
Por eso, convocamos en esta carta a las fuerzas liberales y progresistas a que respaldemos estos puntos, desde la responsabilidad y la audacia que, como líderes y lideresas del cambio por una vida decente y digna, representamos. Esa es la fuerza tranquila de cambio que podemos construir.