Estimado Francisco I,
Corría el año 1987 cuando recibimos la última visita de un Papa en nuestro país, año en que Juan Pablo II pisaba territorio chileno. Y lo hacía en un contexto difícil para nuestro pueblo, pues lo recibía un Dictador que a punta de terror y sangre mantenía secuestrada la libertad, la justicia, nuestra democracia y la sociedad en general. Este contexto explicó, en parte, la esperanza y expectativa tanto de creyentes como de no creyentes respecto al mensaje para Chile y desde Chile para el mundo. Y así fue, hubo un mensaje; Paz y Reconciliación. Este pueblo aún recuerda las palabras de Juan Pablo II en la población La Bandera, en el corazón de la desigualdad y de la resistencia popular, cuna de mujeres como Luisa Riveros, llamando “a desterrar de vuestra tierra todas las causas de la pobreza injusta”, a ser colaboradores “de un mundo más justo y fraterno”, bajo los valores de la “la verdad”, “justicia” y “libertad”. O su llamado a los jóvenes chilenos desde el Estadio Nacional, un espacio marcado por el dolor y la tortura, invitándolos a ser protagonistas del futuro y a construir juntos una sociedad de Paz. Llamado de Paz que también pidió a la clase política, un 3 de abril, cuando los invita a “rechazar decididamente la tentación del recurso a la violencia, lo cual es siempre indigno del hombre; y, por el contrario, inspirar las propias acciones en el amor, la confianza mutua, la esperanza”.
Sí, querido Francisco, Juan Pablo II tuvo el valor y generosidad de traer un mensaje crucial para el contexto histórico de Chile. El valor de hablar de Paz, Reconciliación y Justicia, en un país dividido por el dolor, la rabia y la opresión.
Hoy en día, Chile enfrenta sus propias encrucijadas. En ese contexto, quisiéramos plantear una reflexión sobre el mensaje que parte de la ciudadanía espera del líder espiritual y máxima autoridad, de la principal iglesia de nuestro país. Hoy no es un dictador el que lo recibe, lo hace una democracia estable, sana y robusta, sociedad modelo para muchos y muchas. Lo recibe una Presidenta saliente junto a un Presidente recientemente electo, ambos de diferentes colores políticos y que representan visiones diferentes de modelos de sociedad. Lo anterior es quizás el reflejo de una sociedad que se encuentra debatiendo sobre formas de convivencias, sobre la calidad de vida y el rol del Estado.
Los progresistas quisiéramos destacar algunos ejes fundamentales de este debate, que quisiéramos ver reflejado en sus palabras.
1.- Sobre la Integración y Reconocimiento de Pueblos Originarios: Nuestra democracia tiene una deuda pendiente en materia de integración y reconocimiento de pueblos originarios. Hemos firmado convenios internacionales, hemos asumido compromisos como Estado, sin que estos se reflejen en nuestra institucionalidad. Visitar la Araucanía es sin duda, más que un gesto simbólico hacia los pueblos originarios, una oportunidad para ese debate pendiente, y, por lo mismo, la ocasión de plantear la plurinacionalidad, la autonomía –tal como ha zanjado el derecho internacional, donde hay lengua propia y autogobierno conforme a su cultura hablar de autonomía–, el multiculturalismo y la reparación. Mensaje que no solo aplica como respuesta histórica para el pueblo Mapuche, sino también para nuestros pueblos hermanos Aymara y de la Isla Rapa Nui.
2.- Sobre el Derecho al Agua: Chile ha construido un modelo lejos del interés común de la ciudadanía, un Estado que no controla los derechos de agua de su territorio. Por lo mismo, los progresistas valoramos su mirada respecto al derecho al agua, como derecho básico y esencial a garantizar. Su mensaje es, en ese sentido, una oportunidad para un cambio cultural y político, para que Chile y su clase política vean que no se trata de un debate de izquierdas y derechas, sino que un debate de derechos, urgente e imprescindible de garantizar, siendo el Estado el garante de su acceso universal, seguro y de calidad.
3.- Recuperar la Confianza y el Vivir Juntos: Chile no es ajeno al escenario internacional. Al igual que el resto del mundo, padecemos de la crisis de confianza entre y hacia todos. Con justa razón, la ciudadanía pone en duda el rol de todas sus instituciones cuando siente que se ha abusado de la confianza depositada. Por lo mismo, es hora de volver a la coherencia entre el discurso y la práctica. No será una tarea fácil. Tomará tiempo recuperar lo perdido. Pero hay que volver a levantar esos puentes de confianza.
4.- Alertar contra el Discurso Anti Inmigración: Existe un creciente discurso anti inmigración en Chile. Superar los discursos de odio y de individualismo extremo con integración es el desafío de este nuevo siglo. Que no se tema a ser una gran casa, porque en otro lugar del mundo hay muchos compatriotas buscando la misma oportunidad y derecho, el de vivir en dignidad y paz.
5.-Rehabilitar la Política en Servicio de la Gente y de la Tierra: Que este 2018 sea un año para la rehabilitación de la política en Chile, en Latinoamérica y el Mundo, que con esfuerzo colectivo y de cara a la ciudadanía sea una herramienta de servicio y de protección ante los abusos del poder económico, político e incluso tecnológicos. El desafío es uno solo, cuidar nuestra institucionalidad, logrando con el ejemplo, convencer a la ciudadanía de participar en los ámbitos comunitarios, políticos y ciudadanos. Porque es tal como has dicho Francisco, la política es necesaria y cuando las sociedades la menosprecian se ponen en peligro la Democracia.
Querido Francisco, progresistas y la iglesia, como han tenido diferencias, también han tenido puntos de encuentro. Por eso, con fraternidad, expresamos estos espacios comunes, y a su vez, sentamos una posición: Nos alegra que visites nuestra bella patria.
Bienvenido a Chile, Francisco.
Firman
Camilo Lagos, Presidente Partido Progresista.
Pedro Abarca, Secretario General Partido Progresista.
Ricardo Godoy, Vicepresidente Partido Progresista.
Andrea Condemarin, Vicepresidenta Partido Progresista.
Marisela Santibáñez, Diputada Distrito 14.
Marco Enríquez-Ominami, militante Partido Progresista.