Carta Abierta | Octubre marca el Camino

Carta Abierta | Octubre marca el Camino

Conocemos a la Derecha de este país y la conocemos bien. Sabemos que no tiene escrúpulos a la hora de defender sus intereses. La enfrentamos en los oscuros días de la dictadura, desde el horror y exilio, desde el periodismo y la comunicación; y también en la última elección presidencial, donde ellos lograron imponerse, pero tras millonarias campañas del terror, mentiras, lawfare, y promesas vanas.

Hoy escribimos desde esta historia común de haber enfrentado a Sebastián Piñera y desde otras muchas, de chilenas y chilenos, con quienes hemos podido compartir en nuestro recorrido presencial y virtual por Chile y que hoy está cargado de frustración y de las angustias por una pandemia que las familias han tenido que enfrentar solas, soportando la indolencia de un gobierno cuya preocupación sigue estando únicamente con los poderosos y privilegiados de siempre.

Porque conocemos a la Derecha y a sus acompañantes en esta gobernabilidad en la “medida de lo posible”, es que planteamos, en su momento, otra opción de salida a la crisis:  adelantar elecciones generales de Congreso y Presidente de la República. En nuestra opinión, la presidencia de Sebastián Piñera rompió su legitimidad en el ejercicio del cargo el 20 de octubre del 2019, al declararle la guerra al país, con las secuelas de muertes, mutilación y violación de derechos humanos que ello ha traído. Son sus decisiones al mando del país las que han creado este escenario de ingobernabilidad y ruptura de la paz social que vivimos a diario. Por mucho menos, en democracias con mecanismos constitucionales más democráticos, a sus gobernantes se les hace juicio político, o bien se acuerdan procedimientos constitucionales para adelantar elecciones generales.

Sin embargo, la mayoría de nuestros partidos prefirieron impulsar otro acuerdo, el mal llamado por la “Paz y la Nueva Constitución”, cuyos términos fueron definidos en el acomodado barrio de San Damián y que resultó estar lejos, muy lejos de lo que millones demandaban en las calles de Chile y sobre el cual hasta ahora no se ha avanzado nada. Este acuerdo salvó la presidencia de Sebastián Piñera y de paso, también al Congreso, acordando un proceso constituyente que no tenía paridad de género, presencia de los pueblos originarios, de independientes y que solo gracias a la consistente presión ciudadana logro integrar, de nuevo, una representación en la “medida de lo posible”.

A su vez, este Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución, le dio un segundo aire a la cultura minoritaria de la Derecha y a sus partidos, para una ofensiva legislativa contra la movilización social, que criminalizó con nuevas leyes la protesta ciudadana y que lamentablemente contó con los votos de muchos parlamentarios de la oposición.

Con todo, el pasado 25 de octubre, pandemia de por medio, se inició el camino constituyente que nos lleva a la elección del próximo 11 de abril, en la que tenemos que jugarnos con todo, porque será determinante para las próximas décadas y para la primera vuelta en las elecciones presidenciales de noviembre.

Y pese a que tuvimos la oportunidad histórica de hacer que el Espíritu de Octubre se tradujera en una mayoría sólida y contundente, lamentablemente no lo logramos. El cálculo electoral, la mirada corta y la disputa por defender parcelas de poder, nos limitó aquello, permitiendo que una derecha minoritaria que se opone a los cambios logre, con menos votos, bloquear la voluntad de cambio que millones manifestaron en las calles y luego, en el plebiscito del 25 de octubre.  Lo mismo arriesgamos con la elección de Gobernadores. Tuvimos todo para liderar y desencadenar la mayor reforma de redistribución del poder en los territorios y, otra vez, fallamos.

Era evidente a todas luces que no era suficiente con abrir cupos para los no militantes o independientes. Había que legislar en favor de pactos entre listas para así evitar la dispersión. No hubo voluntad y finalmente no estuvieron los votos necesarios para ello en el Congreso. También era evidente que había que ir con candidatos únicos a la elección regional por el umbral del 40% de primera vuelta. La Derecha y los sectores conservadores de este país, de nuevo, como durante 30 años, van a sobredimensionar su representación y pasarán por encima de la voluntad e intereses de la gran mayoría de los chilenos y chilenas.

Lamentablemente, la “medida de lo posible” mutó en nuestro mundo en los últimos años hacia el conservadurismo, la comodidad y el estatus quo, y el “realismo sin renuncia” nos hizo perder el pensamiento crítico, e instaló el miedo a abrir los espacios. Así, nos vimos arrastrados hacia el letargo y la indefinición.

Nos rebelamos ante esta situación. Creemos en el cambio como base de un futuro mejor para Chile y proponemos, para recuperar en parte la credibilidad y la legitimidad perdida:

Primero, este no es el tiempo ni para candidaturas presidenciales, ni de la ingeniería partidaria puertas adentro. Abril nos marcará el futuro. Hoy lo urgente es trabajar para recuperar la credibilidad perdida. Buscar la unidad real.  Nuestro país lo construiremos desde abajo y con todos.  Hoy los acuerdos intra partidarios no alcanzan: se sustentan en un subsidio legal y en una legitimidad cuestionada hasta sus cimientos. No es suficiente de cara a una ciudadanía empoderada, activa, deliberante, consciente de sus derechos, que quiere ser protagonista del cambio y que no está disponible a ser marginada. Las viejas fórmulas que dieron gobernanza al país hoy son insuficientes. La democracia representativa tiene que avanzar sin medias tintas hacia una democracia participativa que consagre mecanismos ciudadanos de participación efectiva.

Para esto debemos ir sin temor al encuentro con la sociedad civil organizada y la ciudadanía: en sus organizaciones, en las regiones y en las comunas del país. Ahí están hoy las energías y las voluntades para construir una alianza sólida, que renueve la gobernanza y la paz social perdida, y que le ofrezca un programa de desarrollo integral al país. Mientras no converjan esos dos mundos, los partidos políticos seguirán, lamentablemente, su inexorable camino a la marginalidad, y el mundo civil organizado levantará sus causas y demandas con limitadas posibilidades de influir.

Segundo, es central que concentremos todo nuestro apoyo a los y las miles de candidatos y candidatas que fieles al espíritu de cambio expresado en Octubre, están desplegados en el país. La misión de ellos y ellas es lo urgente, lo importante. Ellos y ellas son hoy los verdaderos protagonistas del cambio, y tienen una inmensa tarea en sus hombros.

Tercero, debemos alzar la voz frente a la indolencia de Piñera y su Gobierno. No se puede seguir arrastrando al país a la incertidumbre y el dolor. Hoy millones las que viven atemorizadas y angustiadas por su futuro, que enfrentan el despido, la falta de acceso a empleos, la quiebra de sus emprendimientos, el endeudamiento, la postergación o, definitivamente, el abandono de muchos sueños y proyecto de vida, debemos no solamente alzar la voz, sino que actuar con convicción.

Las familias de Chile necesitan una Renta Básica Universal provisoria mientras continúe esta crisis. También es urgente recuperar la economía familiar, manifestada en miles de emprendimientos y pequeñas empresas a lo largo del país. Debemos apostar sin medias tintas por la recuperación de las Pymes, entregando recursos frescos. El Estado también tiene que aportar lo propio: hay que ejecutar un plan de obras que mueva las economías regionales y con ellos recupere el empleo perdido. Este desafío tenemos que abordarlo colocando en la mesa la discusión sobre la carga tributaria, el impuesto a los más ricos, las exenciones y los regímenes especiales. Si trabajamos unidos tras este propósito sumando voluntades podremos hacer que esta vez sí dependa de nosotros.

No podemos perder de vista que la pandemia adelantó los debates del futuro y nos enfrentó a nuestras limitaciones: El Estado Subsidiario hoy existente, con la matriz productiva primario exportadora en base a nuestros recursos naturales, no cambiará la tendencia a la baja en los índices de productividad, crecimiento y caída en el empleo que viene mostrando Chile desde hace ya varios años. Necesitamos un Estado que promueva la industrialización, un nuevo acuerdo público-privado que diversifique nuestra matriz productiva, que promueva el empleo decente, que impulse la digitalización y los servicios, invirtiendo en innovación, ciencia y tecnología, con un fuerte compromiso en las economías regionales y locales.

La fuerza del nuevo Chile está en el espíritu de participación de Octubre y no en los pactos elitistas de noviembre. Ahí está la fuerza que nos permitirá reencontramos con la ciudadanía, recuperar la gobernabilidad y la paz social perdida y levantar un programa sólido, que interprete el sentir de millones de compatriotas en el país.

A trabajar por recuperar la confianza. No podemos traicionar el mandato de octubre. Hay que redoblar esfuerzos para que el sacrificio de miles no haya sido en vano.  Allí está la semilla que nos puede llevar a construir un nuevo Chile.

¡Ese es el desafío que tenemos por delante, y a ello nos comprometemos!

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