por Luis Jara
Vicepresidente de Acción Social PRO
El discurso que Salvador Allende dio por la victoria electoral obtenida el 4 de septiembre de 1970, marcó un precedente no tan solo en la realidad nacional de aquel entonces donde el pueblo había sido agobiado por la continuidad de gobiernos oligárquicos, sino que también marcó el inicio del socialismo a la chilena, invitando a las iniciativas de otros países que quieran seguir el camino de la revolución socialista.
La actitud de la derecha ha estado empeñada en impedir un gobierno del pueblo. Si Chile luchó para lograr la independencia económica de Estados Unidos y por mejorar la calidad de vida del pueblo, cualquier país que luche por los mismos ideales merecerá el apoyo de Chile.
Allende, en su discurso, al referirse al pueblo y los trabajadores representados por algunos de sus miembros o sus partes compromete que, si el pueblo busca un camino de unidad, puede trabajar para construir la revolución socialista y superar la oposición de los partidos conservadores, los grupos de poder y la intervención extranjera.
Allende hace un llamado a consolidar el triunfo y alcanzar mejores condiciones de vida. Pero sabe que, para el logro de sus metas y objetivos, debe crear un compromiso con el pueblo, con quienes han apoyado el gobierno de la Unidad Popular. La lenta lucha de los sectores desposeídos: los obreros, los campesinos, los mineros, etc., ha implicado enfrentar represiones sangrientas, el pueblo no debe perder de vista que el triunfo de Allende se basa en las pérdidas, en las luchas, en las reivindicaciones anteriores. Sería un despilfarro no seguir en la lucha, no comprometerse a fortalecer el proyecto socialista.
La actitud de lucha de los jóvenes y las ventajas del modelo socialista, es una característica que siempre Allende reconoce en los jóvenes, la vitalidad que debe existir para enfrentar desafíos de alto vuelo e incluso los reconoce como interlocutores válidos para discutir con ellos a la hora de realizar grandes cambios. Es indispensable que los hombres de gobierno, los jefes sindicales, los dirigentes políticos de máxima responsabilidad busquen el diálogo y el contacto con la juventud. Deben hacerlo, porque indivisiblemente son los jóvenes, por el hecho de ser jóvenes, los que deben ser más permeables a las corrientes renovadoras, al pensamiento creador, a la voluntad de acción constructiva y revolucionaria.
Siempre consecuente con su discurso unificador, el Presidente Salvador Allende, convoca a todas las fuerzas vivas del país, comités de empresas, de fábricas, de hospitales, en las juntas de vecinos, en los barrios y en las poblaciones proletarias: a buscar soluciones a los problemas existentes, ya que rápidamente tendrán que comenzar el proceso transformador, construidos en valores tan nobles y de sentido mínimo de la honradez, exigiendo más, entregando más.
El presidente Salvador Allende en su discurso de ese viernes por la noche del 4 de septiembre, entregado en las afueras de la Universidad de Chile frente a los miles de pobladores, trabajadores y estudiantes; no realizó tan solo un discurso de triunfo de quienes habían votado por su liderazgo y el proyecto político que representaba, también daba un lineamiento del trabajo que comenzaría para llevar a cabo un proceso transformador, lo difícil que sería combatir la oposición de no entregar espacios de poder hacia la equidad social, lo amenazante que significaba levantar un proyecto validado por un proceso democrático, hacia el imperio estadounidense.
Sin duda alguna, esa noche Salvador Allende dio a conocer la incansable lucha que daría por los siguientes 4 años y que fue truncada por la traición y el golpe militar. Es ahora cuando más razón y causa toma su discurso revolucionario de construcción hacia una sociedad más libre, justa y fraterna.