Marcia Millaqueo Ibarra
Vicepresidenta de género RM, Partido Progresista
Las mujeres ya no queremos seguir alimentando estadísticas oficiales y no oficiales de violencia que se sostiene en el tiempo, y que vivimos día a día, inmersas en un sistema liberal y patriarcal que están mutuamente conectados y como tal, la dicotomía público-privado se transforma en una gran trampa para el feminismo.
El mandato del feminismo liberal, sostiene que hombres y mujeres al tener la misma capacidad de razonar, deberían tener las mismas oportunidades en el desarrollo, dando pleno auge a las facultades mentales, ignorando las implicancias sociales de las diferencias biológicas.
El concepto ‘violencia’ en la actualidad explica múltiples contextos de desigualdad, ya que hemos abandonado la idea de comprenderla única y exclusivamente como algo qué ocurre en la pareja, ligada a los golpes o agresiones sexuales. La violencia hoy la entendemos como un ejercicio de abuso y poder contra las mujeres que puede existir en distintas instancias y formas, actualmente no sólo de violencia física, psicología y sexual, sino también de violencia económica y simbólica.
Mujer y trabajo
En la actualidad las tensiones que existen entre el trabajo remunerado y doméstico se configuran como una de las principales razones para la baja participación laboral de las mujeres (PNUD, 2011) a modo de solución se ha otorgado un espacio de flexibilidad laboral, entendida como una adaptación eficiente por parte de organizaciones al contexto de continuo cambio económico. La flexibilidad laboral actúa en desmedro de las condiciones laborales de las mujeres, esto genera una mayor jornada de trabajo que absorbe gran parte del tiempo personal, produciendo una rutina en la realización de labores domésticas y trabajo remunerado, lo que crea una percepción de falta de tiempo para sí misma y agotamiento que hace que el desempeño en ambas labores de vea mermado.
La flexibilidad en las ofertas de puestos de trabajo a media jornada o tiempo parcial, en condiciones poco definidas, produce precariedad en términos de regulación legal, inestabilidad laboral y protección social, lo cual disminuye el desarrollo personal y económico. Lo anterior concuerda con la idea de que la flexibilidad laboral para las mujeres conlleva mayor grado de exclusión y marginación, la flexibilización laboral desprotege y a la vez desvaloriza a las mujeres, haciéndolas más propensas a sufrir abusos laborales y colocando en riesgo sus derechos como trabajadoras.
La propuesta de género de Marco Enríquez-Ominami (programas de gobierno, 2017) plantea que nuestro país requiere con urgencia una política pública, integral, transversal e interministerial, que ponga fin a las desigualdades entre hombres y mujeres, y alcancemos la anhelada paridad de género. Lo anterior significa comprometerse en múltiples dimensiones.
Entre otras, reducir la segregación horizontal del mercado laboral, esto es la concentración de mujeres en sectores profesionales que tiene menor valoración y suelen ser peor remuneradas. Reducción vertical del mercado laboral vale decir, aumentar la participación de mujeres en cargo de alta responsabilidad a nivel empresarial, y aumentar la participación femenina en cargos de representación popular.
Para mejorar la participación de las mujeres en el mercado laboral su propuesta apunta a mejorar y fomentar a los jardines infantiles y salas cunas para lograr una adecuada conciliación entre vida familiar y profesional, mediante la distribución de responsabilidades parentales y el desarrollo de la infraestructura y servicios de cuidado de menores. Entre otras cosas se requiere mejorar el desempeño de los jardines infantiles y salas cunas, así también la confianza que estos generan en las madres (encuesta familia-maternidad y crianza bicentenario 2011) indica que sólo un 29% de las madres confían en las salas cunas y un 37% en jardines infantiles. Cifras muy desalentadoras para el propósito de estos centros, por lo que se requiere mejorar el desempeño de estos.