Victoria Larraín
Psicóloga y Directora Ejecutiva
Fundación La Tribu Somos
Es comúnmente conocido que las diferencias de género son muy marcadas en nuestra sociedad, expresándose sobre todo en desigualdad de oportunidades. Esta desigualdad de oportunidades y discriminación que afecta principalmente al género femenino se manifiesta concretamente en distintas cifras que existen, como por ejemplo la diferencia de sueldo donde las mujeres ganan aproximadamente un 12,5% menos que los hombres, el hecho que el 70% de las mujeres del país haya sido víctima de algún tipo de agresión sexual en algún momento de su vida, los femicidios, etc.
A pesar de eso, el 74% de las mujeres en Chile es el sostén económico de su hogar, es decir la encargada de proveer a su familia de dinero para subsistir, aunque en promedio ganan 200.000 menos por realizar el mismo trabajo. Aquí es cuando nos empezamos a preguntar, si ya tenemos esta información ¿por qué aún en 2021 en Chile los sueldos de las mujeres son más bajos que el de los hombres realizando el mismo trabajo? ¿Por qué no estamos atacando la violencia de género tanto en el espacio público como en el privado? ¿Por qué coartamos las oportunidades de las mujeres si son el sostén de la familia Chilena que se supone es el núcleo de nuestro tejido social?
A todo lo anteriormente mencionado, hay una variable que no hemos añadido aún. Una variable que contempla al 20% de las mujeres de nuestro país. Una variable que también discrimina, que también genera desigualdad de oportunidades y coarta posibilidades de desarrollo. Esa otra variable, es la discapacidad.
Las mujeres en situación de discapacidad no son solo discriminadas por su discapacidad, sino también por ser mujeres. Muchas de ellas víctimas de esterilizaciones que no consienten en conocimiento y comprensión de las consecuencias, sobre todo las mujeres con una discapacidad de tipo intelectual o psíquica. Pero esa es la punta del iceberg. Sus posibilidades laborales son aún menores, incluso sus posibilidades de formación educacional lo son.
Cuando vemos este panorama nacional dificultoso para las mujeres ¿qué les espera a las mujeres con discapacidad?¿quién vela por ellas?¿qué tenemos como sociedad para ofrecerles a parte de estar encerradas en sus casas cuando son adultas?
Ya que estamos en esto, agreguemos otras variables, ¿qué pasa si además eres pobre?¿o si vives en una región y no en Santiago?¿o si vives en un sector rural? o incluso ¿qué pasa si tu mamá es el sostén económico de tu familia, como el 73% de las mujeres, gana $200.000 menos de lo que debería ganar?¿Y si además tienes más hermanos?¿Y si además ella es madre soltera?.
Ahora imaginémonos, que hay mujeres en situación de discapacidad, que acumulan todas esas variables de riesgo y más. Que no tienen ni el acceso, ni factibilidad, ni el ingreso económico que les permita costear sus tratamientos para tener un desarrollo más positivo e integral. Esta situación es una realidad, es importante nunca olvidar la interseccionalidad de las discriminaciones. Todas estas variables de discriminación no se anulan entre ellas, se suman. Y en total nos damos cuenta, que mientras no progresemos en igualdad de oportunidades, siempre dejaremos de lado al 50% de nuestra población, al 73% de nuestras jefas de hogar, al 60% de las personas en situación de discapacidad.
Que tengan un conmemorativo día internacional de la mujer, nos vemos en una próxima columna.