Por: Jaime Coloma
Existe un patrón común donde todas las personas que ocupo para ejemplificar la idea de una cierta forma de modelar la realidad se presentan como víctimas de la “chusma querida”; o sea, todo el resto a lo que ellos no consideran su “nosotros” no sólo están mal, sino que además quieren perjudicarlos. Llama la atención que tan distinguidos e ilustres ciudadanos no se refieran con la misma vehemencia al enriquecimiento de algunos billonarios chilenos, entre ellos el presidente Sebastián Piñera, quienes durante el año 2020 incrementaron notablemente sus fortunas mientras dos millones de personas cayeron en situaciones de pobreza.
No podemos ver, menos entender, aquello que desconocemos. Es decir, difícilmente lograremos decodificar una realidad que, aunque evidente, no la integremos en su totalidad (acá debo aclarar que ver algo no es necesariamente vivir ese algo, sino que se trata de entender a cabalidad y con empatía un cierto fenómeno y/o realidad). Desde ahí difícilmente nuestras interpretaciones o miradas serán correctas. La cultura de la caridad disfrazada de solidaridad, espectáculo y “teoría” económica del “chorreo”, ha equivocado conceptos y desarrollado una miopía impresionante validando el sentir (mi cuerpo lo siente, como nos dijo una candidata a constituyente) por sobre un argumento sólido.
Estos últimos días nos hemos visto enfrentados a una seguidilla de dichos y hechos que, si bien sorprenden, al parecer no pasan de ser eso: dichos emitidos por alguien porque así lo cree y así lo “siente”. En una entrevista a candidatos a constituyentes, la moderadora pregunta a uno de ellos por la Constitución impuesta en la dictadura y éste le contesta que decir eso es un tema interpretativo, desconociendo una Junta Militar que llega al poder por las armas, descabeza todo organismo democrático, impone un sólo relato en los medios, censura, y establece en un régimen autoritario. Es entonces cuando la periodista, Mónica Rincón, le espeta un claro y conciso: “dictadura es dictadura”, evidenciando lo obvio. Los hechos y conceptos establecidos no son cuestionables. Hace muy poco la misma entrevistadora, en un contacto con la diputada del Partido Comunista Carmen Hertz y el diputado de Renovación Nacional Luis Pardo, comenta el caso de la carta emitida por las FF.AA. en contra del canal La Red por la imitación humorística a un general en el programa Políticamente incorrecto. La señora Hertz y la comunicadora le explican al señor Pardo porque las FF.AA. no son deliberantes/opinantes como institución. Explican el concepto y leen artículos de derecho constitucional que definen y establecen lo que es esta idea. Ante la evidencia, el diputado termina diciendo que él cree que eso no es así y hasta ahí llega cualquier posibilidad de acuerdo, más aún de entendimiento.
Pero esta actitud de leer la realidad de manera acomodaticia persiste. En el diario El Mercurio (en su sección Economía y Negocios) el presidente de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), Antonio Errázuriz, plantea sobre el tercer retiro del 10% de los fondos previsionales lo siguiente: “Nos crea una situación de cierta dificultad para atraer trabajadores a empleos formales. Vamos a tener que mejorar los ingresos de los trabajadores”, como si eso fuera algo malo en un país que ha dado claras muestras de inequidad salarial, social, educacional e incluso de derechos y obligaciones. El empresariado ha actuado constantemente en esa idea que acuñó la actual primera dama Cecilia Morel en una escucha telefónica difundida en redes sociales, aquello de “los privilegios” y la posibilidad de cederlos o perderlos. Lo importante es que, otra vez, el presidente de la CChC también se pasa por alto la idea fundamental de que los sueldos sirvan y alcancen para vivir. Si pensamos desde cierta lógica que la economía de un país se sostenga en bonos, retiros y deudas, no en capacidad de ahorro y compra en efectivo de su gente, estamos frente a una sociedad blufera y especulativa que poco hace por ver la realidad.
Los ejemplos siguen y siguen. Casi al mismo tiempo, el turno fue de Ricardo Ariztía, presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura, que en radio futuro nos dice: “La gente no llega a trabajar porque reciben bonos del gobierno”, estableciendo esa idea de que el obrero y un porcentaje de la población no sólo no debe hacer cuarentenas, sino que los bonos del gobierno estimularían la flojera. Según su concepción del mundo, la gente es floja porque tiene la necesidad de recibir una compensación porque la situación sanitaria y las medidas del gobierno la obligan a quedarse en cuarentena. Escuché en mi cabeza, arcada mediante, esa frase clasista-racista y altamente difundida en ciertos sectores de que “la raza es la mala”.
Las perlas no dejan de aparecer si sumamos las varias entrevistas dadas por Juan Sutil, presidente de la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), quien en muchas ocasiones ha manifestado su desazón respecto al tercer retiro de los fondos de pensiones esgrimiendo: “El país no está en condiciones de ir asumiendo ese costo”. Y sobre el impuesto a los súper ricos nos dice, para reprobar la idea: “Nuestra principal preocupación es la estabilidad y las reglas del juego claras” o “las inversiones se van a países que tienen menos tributos”, dejando entrever, además de una suerte de amenaza, una idea de que el “ellos”, el pueblo, es malo y promovedores del caos, y el “nosotros”, los empresarios e inversionistas, son los buenos, propiciadores del orden y el desarrollo económico.
Podemos ver cómo existe un patrón común (permítanme la ironía que implica ocupar la palabra patrón como modelo y su correlato en tanto jefe o empleador) donde todas las personas que ocupo para ejemplificar la idea de una cierta forma de modelar la realidad se presentan como víctimas de la “chusma querida”; o sea, todo el resto a lo que ellos no consideran su “nosotros” no sólo están mal, sino que además quieren perjudicarlos. Llama la atención que tan distinguidos e ilustres ciudadanos no se refieran con la misma vehemencia al enriquecimiento de algunos billonarios chilenos, entre ellos el presidente Sebastián Piñera, quienes durante el año 2020 incrementaron notablemente sus fortunas mientras dos millones de personas cayeron en situaciones de pobreza. Esta horrible paradoja pareciera ser para ellos una ilusión, pero en verdad hacen de la negación la forma de construir realidad. Es así como esta ínfima minoría numérica (la que representan los poderosos ejemplificados) logra hacerse oír como si fuera la mayoría a la hora de establecer el relato social, económico y mediático que conforma nuestra sociedad. Por suerte, a juicio de este comentarista, por fin parece estar cambiando y simplemente estamos frente a los pataleos de un moribundo que no quiere morir.
Fuente: El Desconcierto