Guillermo Pérez,
Vicepresidente de las Juventudes Progresistas de Chile
Consejero Federal
La resistencia armada jugó un rol fundamental para la salida de la dictadura. El grueso de los crímenes contra los derechos humanos fueron entre los años 1973 y 1980, década donde se cubrió al Pueblo con un manto de tiranía, represión y crimen. La insurrección popular y las acciones de autodefensa comenzaron a dificultar la represión en masa que sufría el Pueblo, y también fue una demostración clara de una capacidad de organización paramilitar pese a todas las limitantes que el contexto histórico presentaba.
El Golpe de Estado de 1973 encuentra a las principales fuerzas de la Unidad Popular en una situación en la que no se contemplaba una política militar para defender al gobierno de Salvador Allende, ya que se asumía el carácter constitucionalista de las Fuerzas Armadas. Salvo movimientos políticos como el MIR, que resistieron a través de las armas desde el inicio de la dictadura, la izquierda chilena fue desarticulada, oprimida y aniquilada. Parte de quienes parten al exilio se van con una idea clara: retornar para hacer frente a lo que ocurría en el país.
En 1974 comienza la preparación militar para oficiales chilenos en países socialistas como Cuba y Bulgaria, gran parte de ellos prestan servicio al FSLN en Nicaragua, formando parte de esta gesta revolucionaria. La victoria es una inyección de ímpetu para estos cuadros combatientes, la noticia del triunfo de la Revolución Sandinista comienza a tener resonancia en los sectores populares en Chile, y empiezan a mirar como una posibilidad viable la insurrección armada.
Las clases dominantes históricamente han resuelto con violencia frenar los avances del Poder Popular. Son innumerables los pasajes de nuestra historia en donde podemos ejemplificar esto. El resguardo de los intereses económicos que defiende la derecha chilena es la causa inicial de la violencia, y la crisis económica de principios de los 80 -que tenía sumida a la clase trabajadora en la pobreza- entregó la certeza de que la dictadura sería de largo aliento.
Es así como en 1980 la dirección nacional del Partido Comunista da luz verde a la lucha armada, comenzando a articularse de manera sólida la lucha antidictatorial. La organización en lugares como el Club Deportivo Orompello del Cerro Esperanza en Valparaíso -donde se crea la rama cultural del equipo y comienzan a realizarse peñas a las que confluyen cuadros políticos que pasarían a ser parte estructural del Frente- y la llegada de los comandantes instruidos en el exterior, dan cuerpo a la formación de esta organización política.
Una vez consolidada la dirección nacional se comenzó a trabajar en la primera gran acción de agitación y propaganda con repercusiones a nivel nacional. Esta operación se lleva a cabo el 14 de Diciembre de 1983 con un apagón en las principales ciudades del país. Desde entonces los rodriguistas señalan esta fecha como la fundación del Frente Patriotico Manuel Rodriguez.
La irrupción del Frente trae consigo una reserva moral a una izquierda desarticulada y violentamente reprimida. Sus acciones vislumbraron que el enemigo no era invencible, que a pesar de tener el poder y el control del Estado, se podía pensar en la confrontación desde el Poder Popular. Su nacimiento transmite la fuerza y el coraje necesarios para pensar en un futuro esperanzador, en un escenario donde estos anhelos parecían diluidos por el terror infundido por el fascismo. Sin la resistencia armada todo hubiese sido diferente y probablemente peor.
El atentado a Pinochet en 1986 es una de las acciones más audaces y significativas efectuadas por el Frente. Si bien esta gesta heroica no logra su cometido, esta acción develó la cobardía de militares y comandos supuestamente entrenados, que al momento del ataque no opusieron resistencia alguna y dejaron a Augusto Pinochet en la más completa vulnerabilidad frente a este grupo de jóvenes decididos a derrocar al tirano por todas las vías.
A diferencia de la actitud que caracterizó a los agentes de la dictadura, estos combatientes perdonaron la vida de los agentes y comandos que no opusieron resistencia al ataque. Un gesto de humanidad con individuos que habituaba matar hombres, mujeres y niños sin distinción, porque precisamente dentro del Frente existía una ética de ejercer la violencia que tenía su origen en el principio de autodefensa y el derecho a la rebelión popular. La resistencia era una forma de expresión política y como tal, creo que las acciones de autodefensa y propaganda efectuadas por el FPMR contribuyeron de manera significativa al desmoronamiento de la dictadura.
Chile debe ser uno de los pocos países del mundo en donde a quienes combatieron en la resistencia popular a la dictadura se les tilda de terroristas incluso por los gobiernos de la transición, que persiguieron y encarcelaron a combatientes. Algunos de ellos hasta el día de hoy no pueden pisar nuestro país. Esto nos plantea la tarea de reivindicar a quienes en un contexto totalmente adverso para el poder popular se organizaron e hicieron de la autodefensa y la lucha por una Patria libre y digna, su expresión máxima de combate.