por Rodrigo Sepúlveda, ex Core y ex Seremi de Vivienda de la Región del Maule
Mucho se ha hablado y escrito que disuelto por resolución del SERVEL al no haber cumplido los requisitos legales para seguir existiendo como partido, el PRO o Partido Progresista ha llegado a su fin, justamente cuando hace poco tiempo conmemoraba sus 10 años de formación. Tengo mis dudas respecto a la disolución del partido político como instrumento versus el progresismo como teoría o corriente de pensamiento. La frase más repetitiva es que se cumplió un ciclo y que todas las banderas enarboladas en estos años como el matrimonio igualitario, el fin del binominal , el término del duopolio político y sobretodo la lucha ganada por el pueblo de Chile por una nueva constitución , fue el resultado del empuje mediático y de organización popular del partido, especialmente de su líder Marco Enriquez- Ominami, quien desde el 2009 planteó estos temas como fundamentales en cada debate presidencial.
Estos últimos dos años marcados por la pandemia del COVID 19 reforzaron y globalizaron tendencias políticas que ya hace rato vienen en confrontación: la crisis representativa, el riesgo de la feble democracia, la agresión y polarización política de distintos sectores sociales, la exclusión tanto económica como política de muchos sectores sociales y la cada vez más preocupante abstención electoral han acrecentado aún más la desigualdad y participación política de la ciudadanía. Las respuestas de los partidos tradicionales han quedado en el vacío mientras las nuevas derechas extremas fueron capaces de captar la atención electoral de miles de compatriotas, la unidad de fuerzas de centro hasta la extrema izquierda impidieron que algo tan peligroso pudiera llegar a su fin en el país.
Pero, ¿dónde está el progresismo hoy? De manera generalizada, lo que podríamos entender es que sigue teniendo los ideales de justicia organizados en torno al concepto de igualdad de oportunidades, redistribución de la riqueza de los más ricos hacia los más pobres así como también se podría decir que un progresista, considera que el estado debe intervenir de manera más firme en la economía para asegurar que todos puedan tener una vida digna.
En este relato discursivo del mundo progresista, los conceptos de solidaridad, fraternidad, e igualdad, tienen más peso que, los conceptos de eficiencia y competencia. Pero como asegurar que esto marque una diferencia en lo que reciben a diario los ciudadanos que no logran distinguir la diferencia política entre unos y otros , especialmente en el mundo de la centro izquierda. Es bueno mirar el “modelo Nórdico” que hoy tiene a la socialdemocracia o izquierda como nos gustaría decir a nosotros, gobernando países que tienen al mercado como eje fundamental de desarrollo . pero con una gran pacto social acordado entre trabajadores, empleadores y estado, que ha permitido solidaridad, mejor manejo de la pandemia y seguir acortando brechas de desigualdad en salarios, seguridad social, rebaja de impuestos a sectores medios, mas impuesto a la riqueza y desprivatización de los servicios públicos fundamentales.
Cómo poder hacerlo en un país cansado de lo tradicional, de partidos desgastados sumidos muchos en corrupción, de instituciones de la república cuestionadas y con un alarmante avance de violencia, delincuencia y pobreza marcada por malas políticas públicas y por el flagelo de la pandemia que desnudó aún más la terrible y siniestra desigualdad económica, social , territorial y ambiental. La agenda social hoy nos convoca a hablar de los temas que no siendo los mismos a los que estábamos acostumbrados (salud, educación, trabajo ) son centrales para la gente: seguridad pública , derechos sociales, defensa del proceso constituyente, zonas de sacrificio, recursos naturales, probidad, transparencia, ciudades, territorios y vivienda. O sea, hablar y hacer como hicieron los nórdicos, una “campaña para la gente común y corriente” que se mueve y organiza a través de otras plataformas físicas o virtuales a hablar de lo que les interesa.
Nada asegura que el triunfo en diciembre pueda hacer que la izquierda permanezca en el poder con gobiernos consecutivos, más aún cuando se encontrará con una derecha despiadada en el congreso y con fuerzas de centro (DC) que solo “tomarán palco” hasta ver como se mueve el barco.
¿Qué nos convoca entonces? ¿Seducirnos fácilmente en lo que parte de la ciudadanía pide diariamente en la coyuntura política como por ejemplo el quinto retiro de fondos desde las AFP? ¿O trabajar a corto plazo por empujar reforma profundas pero equilibradas y sustentables que permitan al país avanzar sistemáticamente a ser una sociedad mas igualitaria? ¿Cómo no caer en el populismo o la tentación de las redes sociales sabiendo que son malas políticas a mediano plazo pero que otorgan reconocimiento y adhesión popular a quien las plantea y defiende haciéndose eco de lo mal que lo pasan miles de familias? Ese es el dilema hoy, trabajar en forma seria y decidida a formar una militancia o ciudadanos más pensantes y cuestionadores pero que en el mediano plazo podrán ser representantes del progresismo en cargos de elección popular o seguir adelante viendo cómo se desarrolla la política y sumarse o restarse a las batallas diarias que se den.
Creo firmemente en la unidad de movimientos y fuerzas incluidas y excluidas de la representación popular en cargos de distinta índole, creo que el camino es seguir formando y cimentando bases en los temas de tecnología, innovación, recursos naturales y como enfrentar la pobreza post covid. Creo en seguir estando en los territorios para instalar el diálogo , el consenso y el disenso, pero también en la construcción colectiva para un liderazgo que sea capaz de sacar lo mejor de lo nuestro y obtener representación municipal, regional y parlamentaria para la construcción de una fuerza progresista sostenible y sustentable para los desafíos que no son menores y están a la vuelta de la esquina.