Cristián Mora
Consejero Regional de Maule
El estallido social de octubre pasado, materializa el poder popular por medio de la rabia, provocado por los abusos de la clase política y económica amparado por un modelo depredador de los recursos naturales y, sobre todo, de los derechos fundamentales. Sería pertinente mencionar que los actores inmediatos en esta lucha sean quienes viven y conviven con la desigualdad en su quehacer cotidiano, las y los trabajadores sociales.
El Trabajo Social, en esencia, tiene que ser una de las disciplinas dentro de las Ciencias Sociales más políticas y contrariamente despolitizadas. La profesión llamada a ser protagonista de los procesos y transformaciones político-sociales, por ende protagonista de la evolución de la Sociedad.
A comienzos del siglo XX, estalla la “Cuestión Social” acentuando la crisis social y política producto de las precarias condiciones de vida de obreros, sectores populares y familias más pobres. Ante tal escenario, en 1925 nace la primera escuela de Servicio Social en Chile y América Latina con el nombre Dr. Alejandro del Río, con una mirada filantrópica y cristiana sin perder los sólidos fundamentos científicos de la acción profesional.
Durante los primeros años, la acción profesional tuvo un evidente sentido político marcando una visión crítica ante las estructuras causantes de la pobreza. El verdadero sentido político se construye durante la época de los años 60 por el movimiento de la Reconceptualización. Es decir, crear una identidad del Trabajo Social en Latinoamérica ante las demandas de cambios políticos y sociales por medio de los procesos teóricos y metodológicos. Momento en el cual la disciplina protagonizó las distintas áreas de la Sociedad a favor de las transformaciones que se perseguían para alcanzar los objetivos de prosperidad social.
Por lo anterior, durante los gobiernos de Eduardo Frei Montalva y Salvador Allende se impulsó y fortaleció la participación social, a través de los postulados de “Promoción Popular” y “Poder Popular”, donde el rol de las y los Trabajadores Social fue clave.
La ruptura llega con la dictadura, donde la disciplina experimenta un fuerte retroceso respecto del gran avance logrado por la Reconceptualización. Silenciando a profesionales, académicos, estudiantes y neutralizando su esencia transformadora. Es en aquel momento donde se impone la despolitización de la profesión, relegando al trabajo social a una función meramente instrumental, siendo la expresión genuina del modelo. Institucionalizando sus prácticas transformadoras y anulando su protagonismo como actores de cambio político-social.
Mientras menos se visibilicen los conflictos y las grandes contradicciones provocadas por el modelo social de mercado, más fácil es lograr la dominación en la reproducción de la desigualdad y exclusión. Es innegable que la Ciencias Humanas han sido reducidas a las lógicas del mercado fomentando el asistencialismo y la tecnocracia, institucionalizando al Trabajo Social perdiendo su identidad analítica y de reflexión crítica ante la precarización de la calidad de vida desde el Estado.
La frase de Michel Foucault; “el cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido”. Entendiendo que su utilidad práctica para el modelo ha sido reproducir políticas públicas, en gran medida asistencialistas, diseñadas por tecnócratas que persiguen cumplir metas con un total desconocimiento de los contextos sociales vulnerables y la precariedad de las familias. Los profesionales sociales deben y tienen que liderar los procesos políticos, diseñando las políticas públicas que respondan a las necesidades inmediatas de la población. Porque son las y los trabajadores sociales quienes conocen en primera persona la realidad multidimensional de la vida de las personas.
La política por esencia, es un instrumento de transformación que permite alcanzar el bien común y el interés superior de la sociedad. Por lo mismo, los profesionales sociales deben asumir su identidad y visibilizar su riqueza académica, a través de los saberes epistemológicos y metodológicos, despertar las conciencias y educar en la acción para alcanzar el bienestar social, sobre todo, la defensa y promoción de los Derechos Humanos.
El despertar social en Chile, ha concedido la oportunidad histórica para que las y los Trabajadores Sociales, Téc. Sociales, estudiantes de nuestra disciplina avancen en la recuperación de la politización en la acción transformadora e interventiva.
El proceso constituyente y la futura elaboración de una nueva Constitución, debe concitar la presencia de actores sociales de la disciplina en primera fila. Porque la lucha por los derechos fundamentales, la garantía de los mismos y su promoción es, por esencia, el corazón de nuestra profesión.
Es el momento de reivindicar nuestro protagonismo histórico, político y social, reconstruyendo sobre las ruinas del pasado una nueva sociedad sostenida por la dignidad. La paz social no se logrará mientras no se alcance la Justicia Social.
Trabajadoras y Trabajadores Sociales, nuestra vocación y formación persigue la transformación.