Por Marco Enríquez-Ominami y Sergio Aguilo
Siempre que la Democracia Cristiana se ha aliado con el conservadurismo le ha ido mal a Chile. La DC tienen su origen en la encíclica Rerum Novarum de fines del S XIX que fue incluso escondida por los conservadores de la época. Fueron necesarios 50 años para que los disidentes jóvenes conservadores, Frei, Gumucio, Tomic crearan el PDC. Su irrupción, en los años 60, permitió que se abriera la posibilidad de abrir los ojos al país acerca de un sometimiento servil que sufrían miles de campesinos y se rompiera con tales prácticas; así como el reconocimiento del rol del cobre en los ingresos de Chile. Ambas cosas, al menos, no serán olvidadas en la historia.
No cabe duda que fue lamentable el apoyo a un golpe de estado que terminó ennegreciendo la historia de Chile. Tampoco puede olvidarse el posterior reconocimiento de este error por parte de algunos destacados dirigentes de la DC , lo que terminó con el asesinato del propio Frei Montalva y con el exilio de Andrés Zaldívar. Los tiempos grandes de la DC –incluyendo sus ascensos electorales- están siempre correlacionados con la adopción de posiciones progresistas y no a la inversa.
Actualmente, el senador Walker, presidente de la DC, ha expresado -con algún grado de confusión- sus inquietudes con respecto a una eventual “izquierdización” de su conglomerado lo cual fue aprovechado con gran apoyo mercurial por parte del líder del conservadurismo de la vieja Concertación, el ex ministro Velasco. Lo que parece poco claro es en qué consiste tal “izquierdización”.
En el caso de la reforma tributaria, como se sabe, lo más “rupturista” con las lógicas anteriores es el fin del obsoleto Fondo de Unidades Tributables (FUT). El propio senador Zaldívar, en cambio, afirmó este lunes que “está acordado terminar con el FUT… porque es un sistema que cumplió su objetivo pero que ha llevado a un abuso de algunos que han postergado indefinidamente el pago de impuestos”.
Como sea, el reciente acuerdo de minorías que ha pasado a condicionar el debate sobre la Reforma Tributaria, donde ha sido evidente la influencia del empresariado y las incapacidades del conglomerado oficialista, amenaza con volver a la vieja y poco feliz política de los consensos, que pone en riesgo a la coalición de Gobierno.
Asimismo, la reforma educacional es una demanda de la ciudadanía. El fin al lucro puede ser una consigna. Pero, no es consigna que una familia de clase media que gana 500 o hasta 800 mil pesos al mes deba pagar hasta $300.000 para tener a dos hijos en la escuela. Si las propuestas del ministro Eyzaguirre se enredaron esto no es por ser más o menos “izquierdistas” sino probablemente por falta de apertura en el debate y claridad en las prioridades que parte de la Nueva Mayoría tienen en la propia reforma educacional, como lo han señalado senadores de varios partidos de esa coalición.
Los tiempos cambian. Chile quiere menos abusos. Es evidente que el ciudadano se siente inerme frente a un sistema en que hay una descomunal asimetría entre empresas y hogares. Esto no es revolución sino apenas Justicia. El neoliberalismo impuesto desde la dictadura encontró adeptos incluso entre algunos concertacionistas que ayudaron a mantener un status quo tremendamente inequitativo y desigual. Es muy difícil encontrar normal que en Chile el 1% de los más ricos se apropian del 30% de los ingresos como indica un estudio de la Universidad de Chile. La esperanza del “chorreo” del crecimiento se esfuma entre deudas y penurias económicas. Las fuerzas progresistas y de izquierda no hemos hecho más que recoger tales sentimientos para configurar una tendencia que tiene por objetivo implementar las transformaciones que hagan posible un Chile alegre para todos.
La Democracia Cristiana se opuso durante mucho tiempo al ingreso del PC a la concertación argumentando que perderían votos. Nunca la Nueva Mayoría obtuvo más proporción de votos que con el PC incluido. Hoy se opone a dialogar con el PRO y quizás vuelva a estar equivocada en su diagnóstico. Lo concreto es que la ciudadanía quiere más democracia, más justicia, más seguridad y más equilibrios entre todos los grupos. Estos son los principios del PRO y de la IC y que están siendo compartidos y entendidos por grupos crecientes de la población.
Si la DC se queda rezagada en el conservadurismo sucederá lo que dijese el destacado dirigente y candidato presidencial de la Democracia Cristiana, Radomiro Tomic “cuando se gana con la derecha es la derecha la que gana”. Cuando la DC se une decididamente al progresismo Chile gana.