Camilo Lagos
Presidente del Partido Progresista de Chile.
El ministro de Justicia, Hernán Larraín acumula dos fracasos casi consecutivos en la designación de ministros para la Corte Suprema. Al bochornoso episodio de Dobra Lusic, le ha seguido el rechazo de Raúl Mera, criticado por sus fallos en contra de los derechos humanos, el medioambiente y materias de género.
El ministro de Justicia, Hernán Larraín, y su asesor en materias judiciales, el también UDI Héctor Mery, acumulan dos fracasos casi consecutivos en la designación de ministros para la Corte Suprema. Al bochornoso episodio de Dobra Lusic, rodeado del pago de favores y operadores judiciales, le ha seguido el rechazo de Raúl Mera, criticado por sus fallos en contra de los derechos humanos, el medioambiente y materias de género.
Pero más allá de estos dos fracasos del gobierno, y de la buena noticia que significa que esas personas no puedan integrarse al máximo tribunal del país, llama la atención la desprolijidad que existe entre los dos bloques que aún se reparten, bajo la lógica binominal, los cupos de la Corte Suprema.
El último cambio de gabinete fue un verdadero desembarco de la UDI en La Moneda, quedando a la cabeza un poderoso aliado del ministro de Justicia, lo que lógicamente debía traducirse en una fuerza política proclive a la elección de Raúl Mera. Pero esto estuvo lejos de ser tal, pues el voto que le faltó al gobierno fue uno de sus propias filas: del senador José Manuel Ossandón.
El fracaso entonces no puede ser más bochornoso, cuando el gobierno ha sido incapaz de ordenar a los suyos.
Pero a tal grado de descomposición ha llegado el sistema binominal, que la otra gran derrotada es la oposición, que fue penosamente horadada, viendo el país cómo el hijo del ex canciller asesinado por la dictadura (el parlamentario Juan Pablo Letelier) votaba a favor de quien sembró un manto de impunidad de los bestiales crímenes cometidos en contra de Cecilia Magni y Raúl Pellegrín. Vaya a saber uno qué favores le hizo al senador cuando ambos coincidieron en lo que ha sido otro espacio descompuesto, como la Corte de Apelaciones de Rancagua.
Vemos cómo la vieja política se hunde en su podredumbre.
Es urgente avanzar en un nuevo modelo de nombramientos para la Corte Suprema, superando en lo inmediato no sólo la lógica binominal, sino la repugnante intervención de la política en esos espacios, que bien sabemos lo único que buscan es la impunidad de sus sinvergüenzuras.
Fuente: El Desconcierto