Por Marco Enríquez-Ominami
Lo diré claramente: no me interesa la unidad de las izquierdas. Porque entre el PRO con su 11 por ciento y el resto de los partidos de izquierda (no concertacionista) que compitieron el 2013, no llegamos ni al 17 por ciento. Y yo quiero una izquierda que gane elecciones, porque a esta altura los cambios no son solamente necesarios. A esta altura son impostergables.
Sé que esto va a contrapelo de la esencia de la izquierda chilena porque, o se han acostumbrado a las candidaturas testimoniales y a la paciencia para mantener el tesoro –digno, cual santo grial- de la consecuencia.
O, como la Concertación, se dedican a ganar elecciones, pero para perder todo lo demás. Hacen como que juegan y ganan un partido que lleva 40 años arreglado.
El secuestro de la “medida de lo posible” que la Concertación hizo a la izquierda es gravísimo. Porque han extorsionado a todo el sector con frases como “si no nos votan, va a ganar la derecha”.
Pero al final del día –la historia me acompaña- les votemos o no, gana igual la derecha. La Reforma Tributaria diseñada por el Presidente de los Bancos en el living de la casa de Fontaine es un ejemplo más de este permanente y largo secuestro. Y la presidenta lo sabe. Y Tellier lo sabía. Y Crispi en RD también.
La cosa es que la Izquierda Unida, la Unidad Popular, El Frente Amplio, como se le llame, me emociona pero no me desvela. Porque a la derecha conservadora y al empresariado le encanta que el sector se desgaste en esa utopía, en vez de concentrarse en ganar elecciones democráticamente de una buena vez.
Democráticos porque necesitamos un gobierno donde las decisiones las tomen las personas que fueron elegidas a través del sufragio. Y democráticos porque la democracia se trata precisamente de eso, de quitar el poder a los que lo acaparan y devolverlo a la gente a través del voto, en paz y con razones justas.
Si el Presidente de los banqueros quiere tomar decisiones nacionales, pues que postule al parlamento, haga campañas, debates y gane. Como cualquier hijo de vecino.
Sería linda la unidad de la izquierda, y sería lindo juntar en una papeleta todos nuestras siglas, que duda cabe. Pero con eso no llegamos al 50%, y por tanto con eso no vamos a ganar nunca una elección.
Tenemos que ser más. Solo así podremos. Por eso es que creo que la izquierda debe dejar de ser un dogma y comenzar a ser una herramienta de cambio. Debe dejar de obsesionarse con la diferenciación y debe encontrar el camino de las semejanzas. Llevar 4 candidatos que tenían un programa en un 90 por ciento similar, hizo de nuestro sector un absurdo.
Absurdo, además, porque me he dado cuenta que la gente es mucho más de izquierda de lo que ella misma sabe. Lo he vivido esto fuertemente los últimos 6 meses, luego de mi derrota presidencial. Porque pese a ella, la gente se me acerca con cariño en todas partes para contarme sus experiencias.
El otro día camino al baño en un café, una señora me dijo: “Marco, yo no sé si soy de izquierda, pero si sé que no soy de derecha. Yo no voté por ti. Pero me hace mucho sentido eso que dices que es anormal que yo después de trabajar toda una vida, me vaya a jubilar con 200.000 pesos, porque eso no pasa en ninguna parte del mundo.
O el otro día, un guardia de seguridad se me acerca en un supermercado y me dice: “Marco, te vi en la tele el otro día y me gustó mucho eso que dijiste de que en Chile uno solo puede vivir el presente, porque acá uno no tiene derecho ni a enfermarse, ni a soñar con una casa, ni a tener más hijos, ni a envejecer. Te doy un dato. Ni morirse puede, porque es más caro!”
La gente es de izquierda –porque acá están los brazos y los corazones- pero lo que menos necesita es que le embolinemos la razón con la rigurosidad de lo conceptos, y con el acero de la razón.
Después de tantos años de absurdo tenemos la sartén por el mango en lo que a sentido respecta. Son demasiados abusos, demasiados absurdos y demasiada gente condenada a la precariedad de la falsa clase media. Solo necesitamos tiempo y plazas donde hablar. Solo necesitamos hacer sentir a la gente que podemos.
Fuente: Corresponsal.cl