Por Rodrigo Pinto, presidente JPRO.
A principios de junio, las juventudes del Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil realizaron un congreso con sus mayores dirigentes para analizar la coyuntura política que atraviesa el país carioca. La cita, a la que como Juventudes Progresistas de Chile nos sumamos como invitados, tuvo como eje central la solidaridad y defensa de la democracia en las naciones.
Recordemos la importancia que tiene Brasil, la economía más grande de América Latina, con una población de más de más de 200 millones de habitantes, el quinto país más habitado del planeta. La cita se produjo en Curitiba, ciudad que se ha transformado en el centro político del país porque desde el 8 de abril de este año, se encuentra en la Policía Federal del Estado el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, acusado injustamente en una trama de corrupción que salpicó a empresarios y ejecutivos, encarcelamiento que esta semana cumplió 2 meses.
A cuatro meses de las próximas elecciones presidenciales, el escenario es incierto. Tal como lo reconoció el filósofo estadounidense Noam Chomsky, el encarcelamiento de Lula viene de la mano con el masivo apoyo popular que perfilaba su inminente regreso a convertirse en la máxima autoridad del país. En palabras de Chomsky, la operación contra Lula da Silva “sólo puede ser interpretado como parte de un ataque generalizado de las clases privilegiadas contra todo lo que Lula representaba”. Un sentimiento similar al que se escucha en las calles de Curitiba, que viven tiempos de golpe.
El proyecto de Lula es lo que incomoda. En sus dos mandatos sacó a casi 30 millones de brasileños de la pobreza, mantuvo un crecimiento sostenido de la economía en torno al 4%, redujo en poco más de un 5% la tasa de desempleo y consagró derechos sociales que para miles de personas hasta ese momento era sólo un ideal difícil de conquistar. Esa fue y ha sido la batalla de Lula, por la que hoy paga los costos políticos de empujar los límites de un Brasil progresista.
Es en Lula donde se puede concentrar los diversos factores que siempre han incomodado a las élites, un liderazgo firme, carismático, obrero y popular, que tuvo coraje y decisión política para proponer avances desde los sectores más desposeídos del país. Un liderazgo que habla de integración latinoamericana y autodeterminación de los pueblos, sin dependencia del imperialismo norteamericano.
Con todo, la población brasileña sintió el golpe que realizó el Senado a la presidenta Dilma Rousseff. En conversaciones cotidianas señalan la importancia que tiene la democracia en los pueblos, que su defensa debe ser férrea, que independiente de colores políticos, la institucionalidad y la voluntad popular reflejada en cada votación es la que se debe respetar y que por sobre todo, el progresismo latinoamericano tiene que mostrar solidaridad y condenar cada acto de sublevación por parte de sectores golpistas.
En pleno siglo XXI y con el avance en los países de la región de los sectores empresariales y neoconservadores, la disputa narrativa por la verdad es un campo de batalla que la izquierda en Latinoamérica debe entender como tal. Y para eso, nombrar las cosas como son es el primer paso, sincerando las convicciones y contando la verdad, nuestra verdad… la que debe partir por casa. Por eso, desde la solidaridad que tuvo Lula con Chile, se hace incomprensible que desde un gobierno de centro izquierda, como lo fue el de la Nueva Mayoría, no hayan condenado el golpe que sufrió Dilma. Países de la región quitaron de inmediato a sus embajadores y Chile continuó como si nada hubiese pasado. No se entiende que las convicciones de ciertos sectores de la izquierda chilena hayan sido desplazadas y que se sientan más en sintonía con la derecha Latinoamérica. Casos como el apoyo el Congreso Nacional a Lilian Tintori y Mitzi Capriles son otros ejemplos de estas tensiones.
Es más, al momento que Temer asumió, desde Cancillería señalaron que “el Gobierno de Chile, respetuoso de los asuntos internos de otros Estados y en relación a la reciente decisión adoptada por el Senado brasileño, reafirma su firme amistad entre ambos países y expresa la confianza en que Brasil resolverá sus propios desafíos a través de su institucionalidad democrática”. Ningún juicio político de lo sucedido. Para algunos una señal de respeto por la autodeterminación de los pueblos, para otros, un claro mensaje de no intromisión y complicidad de la injusticia que sucedió en Brasil.
Este año mientras Lula iniciaba su estadía en la Policía Federal, el presidente chileno Sebastián Piñera validó a su par Michael Temer al mismo tiempo que condenó el mandato del presidente (a diferencia de Temer, democráticamente elegido) Nicolás Maduro.
Pero pese a la monumental estrategia de derrocamiento que han sufrido las democracias latinoamericanas, como en 2012 al presidente Fernando Lugo en Paraguay, a Manuel Zelaya en 2009 y a Dilma Rousseff en 2016, las encuestas de esta semana mantienen en liderato de Lula da Silva en la carrera presidencial, casi 13 puntos arriba de su contendor, el fascista Jaír Bolsonaro. Cifras que nos señalan que el proyecto de Lula sigue vivo, consciente y resistente.
Son momentos trascendentales para las democracias en la región. Desde Chile el progresismo tiene la tarea de integrar y realizar acciones en todos los espacios que interpelen a la izquierda chilena a condenar de manera férrea todo ataque injerencista en la región. Volver a poner la desigualdad en el centro del debate, por sobre las cifras de crecimiento económico, que de nada valen si no viene de la mano con la equidad y justicia social.
El eslogan “Todos somos Lula”, reflejo del proyecto progresista popular en Brasil nace de ese sentimiento y es en esa sintonía que la ex Nueva Mayoría, el Frente Amplio y el progresismo latinoamericano debe actuar. Chile tuvo un periodo de tinieblas bastante prolongado y del cual aún existen heridas abiertas. No se puede concebir una pasividad frente a atentados tan profundos a las democracias de nuestros países vecinos. Es momento de renovar las convicciones y en unidad decir Lula Libre, Lula Inocente y Lula Presidente.