por Marcos Ortiz F.
Y así, como por arte de magia, a las 21:53hrs del sábado 23 de febrero, el noticiero central de la Televisión Nacional de Chile dejó de hablarnos de Juan Guaidó y pasó a analizar el vestido de Kel de la noche anterior en la gala del Festival de Viña. El largo y angosto puente que une las ciudades de Cúcuta y Ureña se convirtió en una impecable alfombra roja. Dos camiones cargados de cajas en llamas, objeto de deseo durante toda la jornada, fueron reemplazados por vestidos, joyas, zapatos y una cámara especial para ver manos y uñas con milimétrica precisión.
Terminada la “entrega informativa” (usaré las mismas comillas que merece la “ayuda humanitaria”) vimos un extenso programa de análisis de looks festivaleros, para luego cerrar las transmisiones con un resumen con lo mejor del concierto Venezuela Live Aid. Y así nos fuimos a dormir: angustiados por un régimen (cómo nos gusta esa palabra) que no acepta las colaboraciones desinteresadas de Donald Trump, Iván Duque y Sebastián Piñera, pero aliviados por los brillos de Jean Philippe, el eterno desplante de Tonka y la correcta elección de Becky G.
El sábado 23 de febrero de 2019 nos fue rotulado como “un día histórico para Venezuela” y ese fue el guion que debimos escuchar durante toda la jornada. En el Parque Bustamante, un joven periodista del canal nacional nos invitaba a colaborar con los alimentos que reunía la oposición venezolana. “Es importante que lo hagan”, nos insistía, para luego citar al “presidente Guaidó”. Desde la frontera colombo-venezolana, en tanto, Piñera protagonizaba su propia alfombra roja, mientras en Providencia –de regreso a Santiago– un puñado de defensores de la libertad venezolana les recordaba a los comunistas que defendían la embajada sus familiares asesinados por Pinochet.
Así como los vestidos de la alfombra roja brillaron en las pantallas de todos los canales, el tristemente célebre puente sobre el río Táchira también fue motivo de una improvisada cadena nacional en todas las estaciones. Una fotoperiodista chilena era arrollada por tres soldados desertores en Cúcuta, pero su historia no mereció la cobertura que recibieron los dos periodistas héroes de TVN que un mes antes fueron detenidos y deportados por grabar sin documentos ni autorización.
De regreso en Providencia, un enjambre de motorizados venezolanos de Rappi, Uber Eats, Glovo y PedidosYa cambió el sushi y las hamburguesas por insultos contra los chilenos-bolivarianos de la embajada. Resultado: un periodista de radio Bío Bío denunciando en Twitter que la funda de esponja de su micrófono había resultado rota por los iracundos maduristas criollos.
En las mismas redes sociales, los bacheletistas indignados organizaban una funa virtual contra Miguel Bosé por sus dichos contra la exmandataria. El español –acusado de deber millones de euros en impuestos– era el mismo que un año antes, en febrero de 2018, cantaba en Viña y recibía un reconocimiento de dudoso gusto. Este año prefirió cantar en Colombia.
Fue así, con Piñera escoltando a Juan Guaidó a los empujones bajo el denso aire de Cúcuta, con enviados especiales chilenos apostados de un solo lado del puente y con el rugir de las motos-delivery en Providencia que culminó este día histérico. Sin darnos cuenta, y prestándole más atención que ningún otro país del continente, este día de febrero –auspiciados por un gobierno imprudente y una televisión ansiosa de enfrentamiento– Chile terminó convirtiéndose en esa temible Chilezuela que tanto susto nos dio en las elecciones de 2017.
Pero no nos alarmemos, compatriotas. Hoy comienza el Festival y nuestra sed por “liberar a un pueblo hermano” quedará en pausa para comentar vestidos, pedir el beso, elegir una reina y aullar por la gaviota. ¿Ya compraron los útiles?